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EL ARBOL

EL ARBOL Hoy por la mañana he ido a pasear con un libro del cual me faltaban pocas hojas por terminar.

En el camino que recorría he reparado en un hermoso árbol, un roble en medio de un prado verde de altísima hierba, como de cuento, con los primeros destellos de calor de la mañana iluminándolo todo, bruma que se despeja y esa mezcla de temblor y tranquilidad que llena el alma.

Aunque el terreno es pendiente, decido acercarme al roble. Subo corriendo, disfrutando de cada salto que doy. La hierba se halla húmeda de rocío que me moja las piernas y los pies; no me importa porque quiero terminar mi lectura junto al solitario árbol.

Me siento a su vera y lo contemplo. Es fuerte, vigoroso y a través de sus frondosas ramas veo el azul del despejado cielo. Pero, a pesar de lo que pensaba, el árbol no está sólo; su tronco se ha dividido y dos son los brotes que me cobijan. Por su superficie sube una gran enredadera dando vueltas, serpenteando como una culebra, dejando caer sus pequeñas hojas en desorden. Pájaros saltando de rama en rama, cantarines. Telarañas colgando con arañas escondidas y en el suelo, sentada, rodeada de diminutos retoños del roble brotando de la fértil tierra, leo tranquila.

El sol está a mi espalda, proyectando su tenue luz matutina sobre la alta hierba que se balancea con miedo, pero con firmeza. Veo su sombra en mi libro y por un momento me asusto, pero al observar lo que me inquieta, mi ser se llena de una extraña serenidad, provocada por la emoción de amar ese instante.

Al terminar la última hoja de CIEN AÑOS DE SOLEDAD, reflexiono sobre la tristeza de los protagonistas de la historia y también sobre la de otras muchas personas que no aprecian la belleza de la vida; ¡y es que no hace falta nada especial para sentirse mejor con lo que tienes!, sino saberlo querer y disfrutar hasta el fondo como el roble en el prado.

¡Ojalá que todos lograsen amar lo que poseen!

Porque aunque pienses que es poco para ti, es tu mundo y es lo que llena tu vida y que los momentos de soledad, bien aceptados son muy bellos, pudiendo dar frutos maravillosos para compartir con los demás, frutos de confianza, de amistad y sobre todo de aceptación de uno mismo.

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