LUZ DE ESPERANZA II
Y además la lógica, pero angustiosa caída en la cuenta, de que detrás de ella ya no había nada. Su padre todavía resistía el combate con la vida, pero enfermo, era su corazón el que tenía que resolver todos los asuntos cotidianos. Y era la aceptación de que en el camino hacia su pasado, quedaba ella, y ella, y ella...
Pero en aquel instante, una luz se coló por el pasillo, una luz que pasó de largo del pequeño habitáculo. La sintió caminar por el lugar y de un salto se incorporó a recibirla. Había llegado a entrever un casco de moto acompañándola y al instante supo que era ella.
- Mi madre ha muerto-le dijo horas antes. Y escuchó al otro lado de la línea, silencio, incredulidad, tristeza y llanto.
-¿Qué? ¿Cuándo? ¿Por qué no me has llamado?
Y ahora se presentaba, a sabiendas de sentir que no iba a pasarlo un buen rato. Y ella, que estaba apoyada en el quicio de la puerta, se quedó mirándola con cara de esperanza, mirándola, mientras los ojos intentaban contener el torrente que quería desbordarse. Y la esperanza se abrió, se dejó escapar por todos rincones del alma, como cuando una bombilla se mete en una caja llena de agujeros y por ellos despide explosiva luminosidad y se va rompiendo la caja haciéndose cada vez más grandes los huecos por los que sale la luz blanca. Porque llegó lo que ansiaba en un abrazo al que se rindió, permitiendo desatarse toda la congoja que las dos llevaban dentro.
En ese abrazo se rompieron los nudos que llevaban demasiados años atados, que piel contra piel, decidieron deshacer para convertirse en un sentimiento de dicha, por volverse a encontrar. Nunca olvidará ese abrazo, ni lo que sintió cuando, al borde del ataúd, su amiga lloraba.
-¿Por qué lloras?-le preguntó, pensando que se acordaba de su hermano, muerto unos años antes.
-Lloro por tí y por tu madre.
Dentro de ella, una sensación extraña se adueñó de todos sus sentidos. Es como que se abriera el universo o que los pájaros trinasen fuertemente. Como si en el interior, todos y cada uno de los rayos de aquella luz que había entrado por la puerta, hubieran dedicado su camino a buscar la manera de penetrar en un corazón que se sentía roto. Y fue cuando se dió cuenta de que no estaba sola, de que la sensación de angustia parecía que hubiera decidido marcharse. Charlaron durante largo rato aquel día y al siguiente y otros más, hasta que la calma retornó.
El tiempo pasa, inescrutable, adoptando diversas formas y senderos para hacerse notar, y el tiempo hace recuperar unas alegrías y perder otras. A veces se juntan, y recuerdan aquel momento vivido hace casi tres años. Y siguen brotando las lágrimas, lágrimas que ya no lloran tristeza sino felicidad de encuentro. Y se juntan las manos y se abrazan los cuerpos sin pedir nada, porque no hace falta, porque sale sólo con una mirada, con un hola.
A ella le encanta tenerla por amiga. Cada una tiene su vida, su familia, pero la sensación, cuando están juntas, es la de vivir de nuevo, interminables noches tomando un té con leche... Subir a ver a la familia, compartir un café con sus padres y con sus hermanas, demuestra lo que son la una para la otra, lo que han sido siempre. Que aunque el camino se bifurcó volvió a unirse y que, aunque pasen los años, seguirá siendo una unión en cada llamada, en cada abrazo.
2 comentarios
Corazón... -
Me alegra que se tengan la una a la otra :)
Besos linda y saludos.
;o)
Trini -
Besos muchos