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No he aprendido nunca a silbar

No he aprendido nunca a silbar No he aprendido nunca a silbar. Y, de verdad, os digo que me da una gran pena. Intentar, lo he intentado más de una vez, sobre todo cuando era niño, pero fue en vano, no me sale. Como mucho sería capaz de emitir algún sonido chapucero con la boca, pero silbar, nunca he aprendido a silbar. Los más viejos de la casa me han dicho que hace tiempo que era imprescindible saber silbar, cuando todavía no había timbres, ni tampoco teléfono. Al amigo también se le solía llamar desde la calle para que saliera de casa. Pero yo soy muy torpe silbando.

El poeta clásico William Wordsworth solía relacionar la poesía con Silbar. Según él, escribir un poema y silbar son dos actividades muy parecidas. El poeta, decía Wordsworth, es como el niño que une las manos y emite el ulular del búho. El niño, tras estar ensayando en casa sólo de día, suele ir todas las noches al bosque a imitar el ulular del búho. Hará durante muchas noches el mismo recorrido y una noche, sin que él sepa, recibirá una pequeña sorpresa; le van a responder los búhos, los búhos pensarán que el niño no es un ser humano, sino uno de ellos. No hay mayor alegría que recibir la respuesta de los búhos, solía decir Wordsworth. E igual que el niño aprende a ulular como el búho el poeta debe aprender también a escribir, hasta lograr la “autenticidad”. Entonces, es cuando se “fusionarᔠcon el mundo.

Kirmen Uribe

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