PASEAR
Alguien que no conozca su ciudad, apenas entenderá el mundo. Y conocer la ciudad propia, como conocer a los amigos propios, es una tarea más difícil y complicada de lo que, normalmente, se supone. Porque no es suficiente tener una visión global y superficial de la misma, referida a la epidermis, claro, algo que un turista, accidental o vocacional, consigue con un mapa y dos o tres indicaciones, a lo sumo, de los guías, que a su vez tampoco van más allá de lo esctricto, oficial y recatado.
Conocer una ciudad como conocer un idioma requiere, a veces, el trabajo de toda una vida. Significa despertarse con la luz de la ciudad, siempre la misma y siempre cambiante, salir a la misma calle de siempre e ir andando al ritmo impuesto por la edad, el clima y los sentimientos, porque está demostrado que un ser feliz lo es hasta en sus andares, y luego, una vez cansadas las extremidades y fatigados los sentidos, acostarse con la luz tierna y nocturna de la noche, y arroparse en esa atmósfera que tienen las ciudades.
Significa conocer los pequeños detalles: cuándo una señora, que admiramos por su belleza, abre las ventanas de su habitación y deja que entre silbando el viento, a qué hora juegan los niños en el parque que tanto nos gusta, en que callejón se tienden todavía sábanas al sol, como blancas bandera de paz, en qué lugar desembocan los solitarios, bohemios y melancólicos. Conocer la ciudad exige la dedicación exclusiva del amante.
Felipe Juaristi
Conocer una ciudad como conocer un idioma requiere, a veces, el trabajo de toda una vida. Significa despertarse con la luz de la ciudad, siempre la misma y siempre cambiante, salir a la misma calle de siempre e ir andando al ritmo impuesto por la edad, el clima y los sentimientos, porque está demostrado que un ser feliz lo es hasta en sus andares, y luego, una vez cansadas las extremidades y fatigados los sentidos, acostarse con la luz tierna y nocturna de la noche, y arroparse en esa atmósfera que tienen las ciudades.
Significa conocer los pequeños detalles: cuándo una señora, que admiramos por su belleza, abre las ventanas de su habitación y deja que entre silbando el viento, a qué hora juegan los niños en el parque que tanto nos gusta, en que callejón se tienden todavía sábanas al sol, como blancas bandera de paz, en qué lugar desembocan los solitarios, bohemios y melancólicos. Conocer la ciudad exige la dedicación exclusiva del amante.
Felipe Juaristi
4 comentarios
buho -
La belleza nos envuelve, nos reclama para que la observemos pero nos ocupamos más en buscarla fuera cuando en realidad está en nosotros, vive en nosotros.
Un beso.
Mariose -
Porque nos rodea la belleza y no nos damos ni cuenta, apenas.
Un besito, me siento muy cerca de tus palabras, me gusta pasear por ellas.
buho -
Un abrazo
GreGori -