CIES
Cuando sintió la blanca arena bajo los pies, escribió un nuevo instante de su vida.
El gratificante sol deshacía con sus rayos la suave bruma del cálido atardecer, mientras las gaviotas se paseaban curioseando junto a las mochilas y toallas. Se agachó al notar el roce de la piel contra una superficie distinta a la de los albos granitos. Una concha junto a otra, cuyos cuerpos recogió de la playa.
El agua, transparente, rompía en la orilla regodeándose ante los visitantes debido a su gelidez. A pesar de ello, introdujo parte de su cuerpo en ella pero el frío le obligó a apartarla de su piel. A veces la belleza hace daño. Esa belleza tan sublime a la que, a sabiendas de serlo, no le importa ser cruel.
Nuevamente sobre la arena, rebuscó en sus adentros compañeras para unir a las conchas que ya tenía y aunó esfuerzos, removiendo dunas y pequeños montecitos.
Una playa, casi vacía, con la arena tan blanca como la nieve, rodeada de eucaliptos y pinos, de sol y océano; esa con la que ha soñado muchas veces y que por fin pisa.
En la mesilla de noche duermen, metidas en una bolsa, un grupito de conchitas y caracolas que cuando quiere acaricia con la esquina de su alma.
El gratificante sol deshacía con sus rayos la suave bruma del cálido atardecer, mientras las gaviotas se paseaban curioseando junto a las mochilas y toallas. Se agachó al notar el roce de la piel contra una superficie distinta a la de los albos granitos. Una concha junto a otra, cuyos cuerpos recogió de la playa.
El agua, transparente, rompía en la orilla regodeándose ante los visitantes debido a su gelidez. A pesar de ello, introdujo parte de su cuerpo en ella pero el frío le obligó a apartarla de su piel. A veces la belleza hace daño. Esa belleza tan sublime a la que, a sabiendas de serlo, no le importa ser cruel.
Nuevamente sobre la arena, rebuscó en sus adentros compañeras para unir a las conchas que ya tenía y aunó esfuerzos, removiendo dunas y pequeños montecitos.
Una playa, casi vacía, con la arena tan blanca como la nieve, rodeada de eucaliptos y pinos, de sol y océano; esa con la que ha soñado muchas veces y que por fin pisa.
En la mesilla de noche duermen, metidas en una bolsa, un grupito de conchitas y caracolas que cuando quiere acaricia con la esquina de su alma.
5 comentarios
Darthz -
Creo que la última vz que entré no funcionaba el enlace, ya arreglaste esto y seguirás escribiendo?
Un abrazo, nos leemos ;)
buho -
Yo soy una terrible aficionada al chocolate, aunque también es cierto que antes lo comía sin control. Cada cosa tiene que tener una medida, como todo.
Me alegra que te haya gustado este post.
Besos
Darthz: Bienvenido a mi página. Ya me he paseado por tu página y creo que nos seguiremos leyendo.
Trini: Pues si puedes repetir la visita házlo. Yo sólo estuve unas horas pero resultó una maravilla pasearse por la orilla de ese mar.
Besos
Trini -
Que poder tiene el mar para embrujarnos.
Un abrazo
Darthz -
erik -
Pero soeño con playas vacias, bueno no del todo, pero casi al menos y pasear solo escuchando el ruido y dejando que el aire me llegue como una caricia.
Pero por nada del mundo, por mi gusto iria unas vacaciones a ninguna playa.
Me llevaran pero no por mi gusto.
Me encanto este articulo tuyo, y bueno ontestando a tu pregunta de tu comentario en el mio, el chocolate es el buque insignia de mi exglotoneria jajaja. Pero claro hay cosas peores (mi medica, la ultima qie tembien es una gran aficionada al chocolate me dio permiso para de vez en cuando tomar un tocito de cacao fondant.